Hay veces que la cancha está pesada, así como hoy, y en esos casos el partido se pone bravo. Porque la pista se aguanta dos o tres giles, pero no mucho más, ¿me comprende? Y la cancha pesada favorece a los troncos y perjudica a los habilidosos… No es que uno se crea Pelé, pero a uno le gusta un tango bien jugado, de buen trato de pelota…
Sonreí. Aún a riesgo de despertar a un monstruo inmanejable decidí seguir la charla.
– ¿Entonces hay que quedarse sin bailar?
– Error, pibe. Como dijo ese gran filósofo, el Bambino Veira: “hay que agrandarse en la adversidad”… A ver, ¿cuál le gusta?
– Aquella, la del rodete.
– Bien. Usted la saca y se olvida que la cancha está pesada, que hay mucha pierna fuerte, que el referí es localista. Usted tiene que jugar su propio partido.
– Ajá.
– Usted sale del arco suavecito: una salida al costado, dos pasos y llega al cruce. Tranquilo, a los toques, con la cabeza levantada. La pelota la tiene usted. No la rife, téngala abajo de la suela. Cuando se sienta seguro, cuando note que el equipo se va soltando, ahí tira un ochito, algo para tantear. Es fundamental hacer una buena lectura del partido, ver si ella está cómoda con el abrazo, si conviene jugar corto o tirar un pelotazo, probarla con algún cambio de frente...
– Pero con la pista así…
– A usted eso no le importa. Nunca faltan los inadaptados que no saben disfrutar un domingo en paz, no se lo voy a negar… pero a usted eso no le importa, porque su partido es otro.
Usted está bailando con la señorita del rodete ¿me comprende? Tiene que tener convicción y seguir con la suya, que es la que lo trajo hasta acá y la única que lo va a salvar.
– Ajá.
– Entonces, cuando ya el equipo está asentado, ahí es el momento de arriesgar. Tirar un centro nomás, no es cuestión de irse al humo y que lo vacunen de contragolpe… pero ese es el momento de arriesgar un poco, de buscar un pase en profundidad, un cambio de ritmo.
– ¿La llegada por sorpresa de algún defensor?
– Precisamente; picardía. El fútbol es para los vivos, pibe. Y el tango también…
Una nueva tanda comenzaba y el hombre agregó:
– Ahora hágame el favor: vaya y sáquela a bailar. ¿Sabe que va a descubrir? Que ella juega en su mismo equipo. Que si se la da redonda ella lo va a interpretar, que le va a marcar el pase, ¿me comprende?...
Uy, tápeme…
Traté de cubrirlo pero fue inútil: una feroz veterana se le cuadró enfrente con gesto desafiante.
– Tanto tiempo – le dijo-, pensé que habías fallecido…
– ¿Por qué ese trato? ¿Por qué esa crueldad con quien tantas cosas lindas compartió con vos?
– Cuando sepas donde te velan pedí que me avisen, que no me lo quiero perder…
La veterana siguió hacia el baño y el hombre ensayó una sonrisa pudorosa:
– ¿Sabe qué pasa, pibe? A veces no queda otra que tirarla a la tribuna…•
El sueño del Pibe.-
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